El liberalismo es, de todas las doctrinas a las que se confronta, históricamente la más antigua, teóricamente la más indigente, políticamente la más incoherente, prácticamente la más ineficaz y globalmente la más peligrosa.
Querer sostener el capitalismo, soñar con humanizarlo, esperar reformarlo, resignarse a cambiarlo o creerse indiferente, solo serán opciones imposibles o deseos insensatos.
El liberalismo es el futuro, cantan las sirenas de esta ideología. Pero Adam Smith, padre fundador del liberalismo, murió hace más de dos siglos.
Ciertamente, el valor de una teoría no se mide por su edad, pero si miramos lo que esta pasando a nuestro alrededor, tenemos derecho a pensar que su cadáver esta en estado de descomposición avanzado.
Comparándola a otras doctrinas políticas, que aparecieron más tarde, para hacer frente a esa ansia insaciable del liberalismo desbocado de amasar fortunas a cualquier precio, fagocitando al mismo tiempo aquellas personas que favorecen su riqueza, podemos deducir que está lejos de encarnar una vanguardia intelectual y decir que no posee la evidencia de la modernidad, como algunos quieren hacernos creer.
El liberalismo es una doctrina teóricamente indigente, ninguna es más fácil de resumir, una receta de baja cocina intelectual fácil de realizar:
Un poco de antropología reductora (el hombre es un animal naturalmente egoísta).Un poco de economía salvaje (la riqueza de una nación aumenta cuando las actividades económicas están reguladas únicamente por la ley de la oferta y la demanda).Una pizca de política ciega (lo menos de estado posible, salvo para asegurar el orden y la seguridad).Un poquito de magia (libradas a ellas mismas, las actividades económicas egoístas y particulares se reglan solas gracias a la mano invisible del mercado que, por milagro reparten la riqueza sobre el conjunto de la sociedad).
Mezclemos todo y obtendremos los tres axiomas fundamentales del liberalismo conservados desde la eternidad.
Primer axioma:
Cada individuo, buscando únicamente su propio interés egoísta en la actividad económica, contribuye, a pesar de él, a la riqueza colectiva y al bienestar de todos.
Mezclemos todo y obtendremos los tres axiomas fundamentales del liberalismo conservados desde la eternidad.
Primer axioma:
Cada individuo, buscando únicamente su propio interés egoísta en la actividad económica, contribuye, a pesar de él, a la riqueza colectiva y al bienestar de todos.
Segundo axioma:
El papel del Estado debe de ser mínimo y limitarse a asegurar la vitalidad del sistema económico, asegurando sobretodo la protección de las personas, de la propiedad privada y el respeto de los contratos (justicia y policía), seguridad nacional y riqueza (armada). Lo demás, el Estado debe desentenderse de la sociedad y abandonar a los intereses privados toda actividad susceptible de generar cualquier tipo de beneficio económico.
Tercer axioma:
La sociedad económica posee la facultad de autorregularse ella misma, sin necesidad de ninguna intervención externa, justamente, porque no está sometida a ninguna actividad externa. La mano invisible del mercado, teniendo en cuenta la ley de la oferta y la demanda, equilibra producción y consumición, estimulando la creación y repartición de riquezas, beneficiosas a toda la nación.
El papel del Estado debe de ser mínimo y limitarse a asegurar la vitalidad del sistema económico, asegurando sobretodo la protección de las personas, de la propiedad privada y el respeto de los contratos (justicia y policía), seguridad nacional y riqueza (armada). Lo demás, el Estado debe desentenderse de la sociedad y abandonar a los intereses privados toda actividad susceptible de generar cualquier tipo de beneficio económico.
Tercer axioma:
La sociedad económica posee la facultad de autorregularse ella misma, sin necesidad de ninguna intervención externa, justamente, porque no está sometida a ninguna actividad externa. La mano invisible del mercado, teniendo en cuenta la ley de la oferta y la demanda, equilibra producción y consumición, estimulando la creación y repartición de riquezas, beneficiosas a toda la nación.
Esta teoría no es simple, es simplista y rudimentaria. Fundada sobre bases arbitrarias, es teóricamente indigente.
Esto no tendría importancia si fuese literatura para pasar el tiempo, pero se convierte en inaceptable cuando se trata de organizar una sociedad.
Lo catastrófico es que esta teoría es la fuente donde se abrevan las políticas de todos los gobiernos liberales.
Sobre el plan de la Economía , la destrucción del derecho al trabajo, el relajamiento de las reglas del despido, la disminución de los impuestos estratégicamente destinados a las clases ricas, el aumento de la edad de jubilación, la privatización de los servicios públicos, la sumisión dócil a las ordenes de la patronal, los recortes de poder a los sindicatos en beneficio de intereses egoístas.
Sobre el plan de la Justicia , la protección absoluta de la riqueza y de las ganancias de la clase dominante, la pérdida de independencia de los jueces, y de una forma general la nuez vacía de los derechos formales (derechos de expresión, de circulación, de opinión, etc.), de lo que nadie cuestiona el valor, pero que no le cuestan nada al Estado y preservan intacta la dominación de los omnipotentes sobre los débiles, contra la substancia concreta de los derechos reales (derecho a la existencia, a la educación, a la vivienda, al trabajo, al paro, a la jubilación, etc.), que suponen el compromiso del Estado y una redistribución de la riqueza protegiendo a los débiles.
Orden, Economía, Justicia es lo que nos muestra el Estado Liberal en su mano derecha, mientras nos retira, con su mano izquierda, Igualdad real de las condiciones socioeconómicas, la Solidaridad del reparto redistributivo de la riqueza y la Libertad política de los ciudadanos, capaces de decidir por ellos mismos sobre su futuro y la verdadera naturaleza del Bien común. Resumiendo: una teoría indigente para una política ciega, recetas antiguas para una sociedad moderna.
El liberalismo es una doctrina políticamente incoherente
El liberalismo cree hacer la prueba de su eficacia y su superioridad sobre cualquier otra forma de organización de la sociedad, cuando en la práctica y, según sus propios valores es ineficaz, es decir, no cumple lo que promete.
La experiencia y la historia nos muestran países que aplicaron estrictamente los principios del liberalismo: Argentina, Brasil, Taiwán, Indonesia, Filipinas, Tailandia… Estas naciones y algunas más se hundieron económicamente.
Ninguna mano invisible autorreguló la actividad económica. Las riquezas nacionales no aumentaron sino que fueron pilladas. Los intereses egoístas, lejos de beneficiar al conjunto de la sociedad, sirvieron a una minoría. Solo Brasil, con el socialista Lula da Silva corrigió su destino, otra prueba más de la ineficacia y la incoherencia del liberalismo.
Las grandes empresas quiebran a pesar de los despidos, tan masivos como arbitrarios, dictados únicamente por la maximización de los beneficios.
Los mercados se hunden con frecuencia. Los pequeños y medianos accionistas son periódicamente arruinados. Los hogares estadounidenses, están endeudados en un 40% de su salario anual. Casi la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
Los mercados se hunden con frecuencia. Los pequeños y medianos accionistas son periódicamente arruinados. Los hogares estadounidenses, están endeudados en un 40% de su salario anual. Casi la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
La precarización de los salarios conduce a una parte creciente de la población a ejercer dos o tres empleos diferentes simplemente para sobrevivir.
Los ancianos deben trabajar para subsistir, por no tener una jubilación suficiente, o simplemente no tienen jubilación.
Unos tres millones de americanos, viven encarcelados y sirven de mano de obra barata, flexible y sumisa a los intereses de los empresarios.
El déficit exterior de la nación es de más de 400 mil millones de dólares. Apagones eléctricos. Trenes que descarrilan. Las compañías aéreas se hunden (TWA, PANAM etc...). La tasa de mortalidad infantil aumenta. La salud se degrada. En fin… un triunfo.
Las condiciones supuestamente sustanciales de una economía capitalista nunca han visto la luz.
En lugar de la transparencia de la información y de las reglas del mercado para todos los actores económicos, la opacidad concertada que solo beneficia a las minorías ricas.
En lugar de una vitalidad económica, que se supone favorece un descenso de impuestos, se desarrolla un paro paralizante o un trabajo precario y la confiscación improductiva de la riqueza por un puñado de millonarios especuladores que evaden impuestos y capitales.
En lugar de una mejora global del nivel de la calidad de vida, una precarización creciente de la mayoría de la población.
Sobre el plan internacional, en lugar de “una mundialización feliz” controlada por instituciones, supuestamente internacionales, (Banco Mundial, FMI, etc.), países del Sur olvidados por el crecimiento y el progreso, diezmados por la hambruna y la miseria, mantenidos en estado de esclavitud por un sobre endeudamiento programado y el saqueo de materia prima.
En lugar de la preservación ecológica del planeta, desarrollo durable de la polución y de la gestión ciega de los recursos energéticos.
En lugar de la libre circulación de las personas, el control xenófobo de la inmigración, el control severo de las fronteras donde solo circulan libremente los capitales financieros.
En lugar de progresos democráticos, surgen oligarquías sin nombre.
En lugar de la libertad de prensa, monopolios de grupos privados sobre desinformación de masas y propaganda increíble de un sistema que reina a lo largo y ancho del mundo de los medios.
Desde el punto de vista científico, el valor de una teoría, se prueba con un protocolo de experimentación haciendo variar las condiciones iniciales y midiendo la diferencia entre los resultados realmente obtenidos y los resultados idealmente esperados.
La teoría liberal es perfectamente conocida. El protocolo de experimentación (lo menos de Estado posible, desregulación de los mercados, privatización de los servicios públicos, etc.) ha sido perfectamente seguido. Los países en los que ese protocolo se experimentó son suficientemente numerosos para haber permitido, sobre un periodo de tiempo significativo, las variaciones de las condiciones (históricas, geográficas, políticas, económicas) iniciales.
Los resultados realmente obtenidos son sistemáticamente los mismos: ineficacia económica, degradación del interés general, debilitamiento de la decisión democrática, etc.
Esos resultados están en contradicción total con los principios mismos de la teoría liberal. Sin embargo, los valores supremos del liberalismo son la eficacia y “cientifismo”.
En consecuencia esta teoría es, según sus propios principios, ineficaz en la práctica y desde el punto de vista científico no tiene valor y es autocontradictoria. No podemos llamar a esto el triunfo del liberalismo o capitalismo.
En lugar de progresos democráticos, surgen oligarquías sin nombre.
En lugar de la libertad de prensa, monopolios de grupos privados sobre desinformación de masas y propaganda increíble de un sistema que reina a lo largo y ancho del mundo de los medios.
Desde el punto de vista científico, el valor de una teoría, se prueba con un protocolo de experimentación haciendo variar las condiciones iniciales y midiendo la diferencia entre los resultados realmente obtenidos y los resultados idealmente esperados.
La teoría liberal es perfectamente conocida. El protocolo de experimentación (lo menos de Estado posible, desregulación de los mercados, privatización de los servicios públicos, etc.) ha sido perfectamente seguido. Los países en los que ese protocolo se experimentó son suficientemente numerosos para haber permitido, sobre un periodo de tiempo significativo, las variaciones de las condiciones (históricas, geográficas, políticas, económicas) iniciales.
Los resultados realmente obtenidos son sistemáticamente los mismos: ineficacia económica, degradación del interés general, debilitamiento de la decisión democrática, etc.
Esos resultados están en contradicción total con los principios mismos de la teoría liberal. Sin embargo, los valores supremos del liberalismo son la eficacia y “cientifismo”.
En consecuencia esta teoría es, según sus propios principios, ineficaz en la práctica y desde el punto de vista científico no tiene valor y es autocontradictoria. No podemos llamar a esto el triunfo del liberalismo o capitalismo.
Resumamos. El liberalismo es un espantapájaros que sirve para justificar una realidad social, económica y política insoportable para la mayoría de los ciudadanos de todo el mundo.
Históricamente, es la más vieja de las teorías, pero desde el punto de vista político, es incoherente puesto que tiende a eliminar toda toda competencia y actividad política real.
Supongamos que es políticamente viable, no deja de ser teóricamente indigente, puesto que está fundada sobre principios groseros, arbitrarios, y fácilmente contestables.
Admitamos, finalmente, que es teóricamente válida. Desde el punto de vista práctico, ni siquiera logra, según sus propios principios, alcanzar los resultados que se fija.
Es precisamente este último criterio, según esta teoría, el que justifica el valor de los precedentes y, como la piedra angular no es sólida, toda la teoría se desmorona.
El liberalismo está, pues, históricamente desfasado, es políticamente incoherente, teóricamente inconsistente y prácticamente ineficaz.
No obstante, se da por supuesto imponerse en cada país, en cada actividad, en cada individuo.
Se da por supuesto dictar las condiciones de nuestra vida, de nuestra educación, de nuestro pensamiento, de nuestra salud, de nuestro trabajo, de nuestra jubilación, de nuestra muerte. En consecuencia, es globalmente peligroso para cada uno de nosotros.
El capitalismo reina sin embargo a pesar de sus contradicciones. Lo que
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