jueves, 21 de noviembre de 2013

De la urgencia de la ayuda a la urgencia del clima



Los españoles siempre responden con generosidad frente a la necesidad de ayuda a seres humanos, sea por la crisis, frente a catástrofes naturales o medioambientales. Lo hemos visto con el Prestige, con el terremoto de Haití, lo vemos ahora con los bancos de alimentos y el tifón Haiyan en Filipinas de hace 10 días.
La primera y más importante ayuda internacional llega sobre todo de la parte de los americanos, presentes en la región, apoyando a la armada filipina en su lucha contra los separatistas.
La urgencia está en todas partes en esa región devastada. El agua y los alimentos son la urgencia absoluta y la ayuda internacional tarda en llegar.
Ayudar a Filipinas es una necesidad a pesar de que los dirigentes de Manila no hayan puesto todos los medios para anticipar los riesgos inherentes a una catástrofe natural.
Filipinas tiene circunstancias atenuantes. Ese país de 100 millones de habitantes  está formado por 7000 islas dispersadas en una superficie de 300.000 km2.
Es uno de los archipiélagos más expuestos a las catástrofes naturales y al calentamiento global. Los desastres naturales cuestan muy caro a Manila y todo ese dinero no está disponible para luchar contra la pobreza en un país, donde el 40% de la población vive con menos de dos dólares por día.
Las Filipinas consiguen salir adelante gracias a la ayuda de sus emigrantes. Un filipino de cada diez vive y trabaja en el extranjero, con frecuencia en condiciones terribles, consiguen ahorrar unos dólares para mandarlos a la familia.
Los filipinos no son los únicos responsables, el archipiélago paga un precio elevado como consecuencia de la irresponsabilidad de los países ricos frente al cambio climático.
No se pueden relacionar directamente todas las catástrofes naturales con el calentamiento global, pero los expertos confirman la responsabilidad directa del hombre sobre ese fenómeno y advierten que en razón de ese cambio, los fenómenos extremos aumentaran de intensidad. El banco mundial confirmó que las pérdidas causadas por las catástrofes naturales cuestan hoy cuatro veces más que en 1980.
La ayuda urgente es una necesidad para aliviar a las víctimas. Reconstruir está muy bien, pero ya no es suficiente. Ningún dique, ninguna construcción resistirá a la subida de los mares. La urgencia es el clima, esperemos que la Conferencia sobre el clima que tendrá lugar en Varsovia pase a la acción, algo más que Tokio o Durban. Mientras tanto las victimas necesitan ayuda.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Un nobel de la paz en plena guerra


El comité del premio Nobel de la paz no renunció a su costumbre de romper los pronósticos.

La jovencita paquistaní de 16 años Malala, militante de los derechos a la educación de las jóvenes, víctima de un atentado en 2012, era la favorita, tendrá que contentarse con el premio Sakharov. Para el Nobel le queda todo el futuro que le permite su juventud.

El comité del Nobel tomó una decisión arriesgada, optó por una decisión política que recompensa un organismo de la ONU, la Organización para la prohibición de las armas químicas.

En sí, esta recompensa está completamente justificada. Como la mayoría de las organizaciones activas para la preservación de la paz, (la Unión europea el año pasado) la Organización para la prohibición de las armas químicas, efectuó en la sombra un trabajo considerable para eliminar en quince años más de 70 000 toneladas de armas químicas en el mundo, un 80% del total estimado. En donde queda mucho por hacer es en Rusia, en EEUU y ahora en Siria

Este premio Nobel, que no puede abstraerse al conflicto sirio, cae a la vez bien y mal. Es en ese punto del planeta que se desarrolla el desarme, en medio de un conflicto químico. En este contexto, el premio, cae bien en la medida en que alienta una iniciativa de paz en un país en guerra.

Esta distinción es una forma de meter un poco más de presión sobre el régimen sirio para que coopere plenamente, descubriendo, al mismo tiempo, las peligrosas condiciones en que trabajan los expertos de la organización.

Cae mal, pues el Nobel de la paz se otorga en un ambiente de muerte, en un momento en que la guerra en Siria hizo más de 120 000 muertos y que las armas convencionales continúan matando, hiriendo y expulsando los habitantes de sus casas.

El Nobel de la paz llega con un sabor amargo. Ese premio honra una organización que  ciertamente lo merece, pero que otorgado en este momento, el honor irradia indirectamente sobre Vladimir Putin, que se opuso a una intervención en siria, permitiendo el empleo de armas químicas, y sobre un Bachar al-Assad que se vio obligado a permitir el desarme químico después de utilizarlas contra su pueblo.

Dos personajes que hacen que la guerra no se termine en Siria y que merecerían estar sentados en el banco de la Corte internacional de justicia.