El comité del
premio Nobel de la paz no renunció a su costumbre de romper los pronósticos.
La jovencita
paquistaní de 16 años Malala, militante de los derechos a la educación de las
jóvenes, víctima de un atentado en 2012, era la favorita, tendrá que
contentarse con el premio Sakharov. Para el Nobel le queda todo el futuro que
le permite su juventud.
El comité del
Nobel tomó una decisión arriesgada, optó por una decisión política que
recompensa un organismo de la ONU, la Organización para la prohibición de las
armas químicas.
En sí, esta
recompensa está completamente justificada. Como la mayoría de las
organizaciones activas para la preservación de la paz, (la Unión europea el año
pasado) la Organización para la prohibición de las armas químicas, efectuó en
la sombra un trabajo considerable para eliminar en quince años más de 70 000
toneladas de armas químicas en el mundo, un 80% del total estimado. En donde
queda mucho por hacer es en Rusia, en EEUU y ahora en Siria
Este premio
Nobel, que no puede abstraerse al conflicto sirio, cae a la vez bien y mal. Es
en ese punto del planeta que se desarrolla el desarme, en medio de un conflicto
químico. En este contexto, el premio, cae bien en la medida en que alienta una
iniciativa de paz en un país en guerra.
Esta distinción
es una forma de meter un poco más de presión sobre el régimen sirio para que
coopere plenamente, descubriendo, al mismo tiempo, las peligrosas condiciones
en que trabajan los expertos de la organización.
Cae mal, pues
el Nobel de la paz se otorga en un ambiente de muerte, en un momento en que la
guerra en Siria hizo más de 120 000 muertos y que las armas convencionales
continúan matando, hiriendo y expulsando los habitantes de sus casas.
El Nobel de la
paz llega con un sabor amargo. Ese premio honra una organización que ciertamente lo merece, pero que otorgado en
este momento, el honor irradia indirectamente sobre Vladimir Putin, que se
opuso a una intervención en siria, permitiendo el empleo de armas químicas, y sobre
un Bachar al-Assad que se vio obligado a permitir el desarme químico después de
utilizarlas contra su pueblo.
Dos personajes
que hacen que la guerra no se termine en Siria y que merecerían estar sentados
en el banco de la Corte internacional de justicia.
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