El
presidente Barack Obama lloraba de emoción evocando, ante la prensa, la matanza
de la escuela Sandy Hook de Newtown en Connecticut y que se saldó con 27
muertos.
Empezó
su pésame pidiendo “acciones significativas” para evitar masacres como esta,
sin otra precisión y sin evocar el sacrosanto derecho a llevar un arma,
inscrito en la constitución americana.
Lo
siento Señor presidente, lágrimas y las palabras vagas no es suficiente.
La
correlación entre el libre acceso a las armas y las masacres a repetición es clara.
Ningún país está al abrigo de un loco, tenemos el ejemplo de Noruega, donde un
fanático de extrema derecha mató a 77 persona en julio de 2011.
Sin
embargo la tasa de homicidios en EEUU es superior a la de los países europeos y
eso se explica por la gran facilidad con la que se pueden comprar las armas en
el país norte americano.
La
estadísticas oficiales indican 100 000 víctimas de armas de fuego cada año en
EEUU, con 30 000 muertos. Un país moderno debería comprender que tiene que
dejar atrás esta barbarie.
Algunas
voces se levantan para terminar con la libertad del porte de armas. Otras
personas no esperaron que los familiares terminen de llorar sus muertos para
reclamar, al contrario, la abolición las limitaciones a esta libertad y que se
permitan, de nuevo, las armas en las escuelas, donde se habían prohibido.
Es
decir que una vez la emoción pasada, los americanos no están dispuestos a
renunciar a la cohabitación perversa con las armas. Son las personas las que matan,
dice el lobby armamentístico. Si pero las personas desarmadas matarían menos.
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