Todo no es igual
Nuestra
época está marcada por dos fenómenos religiosos radicalmente opuestos: el
integrismo y el relativismo, del que se habla menos.
La
mundialización de la información y la mezcla de los pueblos conducen también a
una mezcla de tradiciones y creencias, pero todo no es igual, todo no se mezcla
armoniosamente.
El camino
estrecho propuesto por Jesús a los cristianos no es el del rechazo ni el de una
tolerancia sin límites.
Según un pasaje
del Evangelio (Luc.9,51-56), Cuando ya se acercaba el
tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús decidió emprender el viaje a
Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria
para conseguirle alojamiento pero los samaritanos no quisieron recibirlo,
porque supieron que iba a Jerusalén Heridos en su amor propio de judíos, ese
rechazo desata la cólera de sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos
que baje fuego del cielo y los consuma?».
Su reacción
es muy humana y piden ni más ni menos que la muerte de los infieles que los
rechazan.
Samaría era la región situada en la frontera con Jerusalén. Las
relaciones entre judíos y samaritanos no eran en absoluto cordiales. Los
samaritanos no eran ortodoxamente judíos: habían desarrollado unas tradiciones
y una literatura propias.
El castigo
parece desproporcionado, pero cuando se trata de convicciones religiosas ¿que
vale la vida de un hombre? Jesús los reprendió, alabado sea Dios!
Este texto me hace pensar dos cosas.
1 Los
cristianos no son mejores que otros y la tentación de la violencia sagrada
estuvo presente desde el principio del cristianismo.
2 Esta
actitud fue rápidamente denunciada como contraria a la enseñanza de Jesús. Para
nosotros, como para los discípulos, se trata de saber si estamos animados o no
por el espirito de amor predicado por Jesús!
Lejos de
todo integrismo y relativismo, esta actitud invita a respetar al otro y lo que
queremos combatir sin respiro: toda la violencia, el odio y juicios preconcebidos…