El fórum
de Davos se terminó con un año mejor de lo que comenzó, desde el punto de vista
de los mercados y la prima de riesgo.
Los
dirigentes políticos, economistas y dirigentes de empresas, reunidos en la
ciudad suiza, regresaron a sus países revigorizados y más optimistas, supongo que
por el aire puro de la montaña helvética.
La
crisis del euro aun no terminó, la crisis “normal” tampoco, pero dicen que el
descenso al infierno se frenó y la esperanza renace. Eso nos decían hace un año
en el mismo sitio los mismos actores.
El
crecimiento debería estar de vuelta el segundo semestre de este año en Europa,
predicen los especialistas.
Todo
sería maravilloso en el mejor de los mundos si el primer ministro británico,
David Cameron, no tirase una piel de plátano en medio de la calle estrecha y
llena de curvas que nos conduce al crecimiento.
Cameron
promete organizar un referéndum para decidir la retirada o continuación
de Gran Bretaña en la Unión europea, si los ingleses lo reeligen en 2015.
La
fecha es suficientemente lejana y la condición de reelección de Mr. Cameron, no
asegura que la promesa se cumpla. Pasará mucha agua bajo los puentes del
Támesis antes que los ingleses respondan a la pregunta shakesperiana de ser o
no ser europeos.
No
entiendo muy bien a los ingleses. Se impacientaban por ingresar en la UE en
1975 y apenas dentro, Margaret Thatcher, en aquel momento y Cameron ahora,
intentan poner palos en las ruedas y recurren al chantaje de la secesión para
obtener una participación de saldo.
El
inquilino actual del 10 de Downing Street, nada en plena contradicción, promete
un referéndum sobre la pertenencia de
Gran Bretaña a la UE y al mismo tiempo dice que su deseo es continuar,
entonces para que hacer un referéndum?
David
Cameron juega a un juego peligroso. Para salvar su estancia en Downing Street en momentos difíciles,
que también lo son para Gran Bretaña, el primer ministro se agarra al recurso
populista del chivo expiatorio que es Bruselas.
Es
cierto que Europa no es perfecta, pero saliendo no harán que sea mejor. Dejando
la UE, pagarían el derecho de entrada en el libre mercado, esencial para ellos,
con el inconveniente de no tener ni voz ni voto sobre las reglas para
organizarlo.