viernes, 11 de abril de 2014

Nunca más “eso”



Nunca más “eso” y hubo Ruanda

El siglo XX comenzó con el genocidio de 1,2 millones de armenios. Continuó con el más terrorífico de todos, el de los 5 a 6 millones de judíos durante la segunda guerra mundial. A este siguió el de 2 millones de camboyanos  entre 1975 y 1979. Srebrenica, con 8000 muertos, en la guerra de los Balcanes, calificada de genocidio por el Tribunal penal internacional, competente para juzgar los crímenes más graves de la humanidad. Cada vez, el mundo se indignó y gritó: ¡Nunca más eso!.
Y eso se reprodujo en Ruanda, hace 20 años, del 7 abril a mediados de julio de 1994, 800000 personas, la mayoría Tutsis, fueron masacradas. La verdad de lo que pasó no se estableció y probablemente no lo sea nunca!
Las causas son conocidas, resumiendo, vienen de la descolonización belga, que se hace favoreciendo a la mayoría Hutu. Los Tutsis se exiliaron y más tarde quisieron regresar al país, eso desencadenó la guerra civil y desembocó en el genocidio. Los Tutsis fueron las principales víctimas, pero también hubo Hutus masacrados. El presidente Paul Kagame, un Tutsi, que tomó el poder en 1994 y lo conserva hasta hoy con una mano de hierro, rechaza que la historia comente los crimenes cometidos por su propia etnia.
Un muro de silencio encierra la verdad sobre los hechos ocurridos en 1994. Eso permite al presidente Kagame, acusar a Francia de cómplice de la masacre.
Un genocidio se preparaba, pero las fuerzas de la ONU, formadas sobre todo por tropas francesas, no supieron o no pudieron evitarlo. ¿Puede haber reconciliación entre Ruandeses sin que se establezca la verdad? La sospecha continuará entorpeciendo las relaciones entre Kigali y la comunidad internacional.
Ruanda se estabilizó y modernizó. El aumento de la población, sobretodo agrícola, provocará una mayor presión sobre el reparto de tierras dedicadas a la agricultura, esto causará tensiones entre las diferentes comunidades, como antes del genocidio.
Nunca más “eso”, ¡cierto!, pero sería necesario establecer toda la verdad sobre “eso” para no exponerse a que otro “eso” se repita!




sábado, 5 de abril de 2014

Cambiar de equipo sin cambiar la política


Un golpe al estómago en la primera vuelta, una derecha en plena cara en la segunda vuelta. Los franceses dejaron ko a su gobierno y mostraron el desacuerdo con la política de François Hollande.
Ese tipo de sanciones de los franceses son habituales a media legislatura, pero esta vez tomó un cariz inédito. En 2008, la izquierda ganó 506 ayuntamientos de más de 10 000 habitantes, la derecha ganó 564 el domingo pasado. Importantes bastiones tradicionales de la izquierda como Belfort o Montbéliard, bascularon a derecha y extrema derecha. Esta derrota impuso, al presidente Hollande, cambios rápidos. Pero cuales?
Los franceses sancionaron a la vez la política y al equipo que la conduce. Las malas cifras del paro y el aumento del endeudamiento muestran una Francia cuesta abajo.
Un cambio de rumbo parece necesario, pero no se puede esperar de un presidente de izquierdas una política de derechas. Un cambio de línea privaría al presidente Hollande del poco crédito que le queda entre la opinión pública francesa que ya piensa que es un presidente sin consistencia ni constancia. Eso llevó al Presidente a declarar que no cambiaría el rumbo de su política. Solo le quedaba cambiar de equipo. La sanción fue tal que sería de ciegos mantener al primer ministro Jean-Marc Ayraul, frente al mensaje que le mandaron los franceses.

La nominación de Manuel Valls, al puesto de primer Ministro, es lo que pedían las encuestas. El ex ministro de Interior es el más popular del antiguo equipo. Su discurso claro, el sentido de la comunicación y la firmeza de sus decisiones inspiran confianza. Es la mejor opción posible en la situación actual francesa. Pero  no lo es para los que están más a la izquierda ni para los verdes, que no les gusta en razón de su postura derechista. Con el nombramiento de Valls, François Hollande corre el riesgo de perder por la izquierda sin garantía de ganar por la derecha.
Cambiar de equipo sin cambiar de política no es muy convincente. Es como en futbol: cambiar de entrenador sin modificar el juego no garantiza la victoria. Para una Francia ganadora sería necesario cambiar de equipo y de política