jueves, 31 de marzo de 2016

Los terroristas atacan en el corazón de Europa

Los atentados terroristas son como la muerte, nadie sabe cuándo se producirán pero se producirán. Bélgica sabía que ese día llegaría y que su dispositivo de seguridad, que nunca es infalible, sería criticado por su insuficiencia. El día temido llegó la mañana del martes 22 de marzo de 2016 en el aeropuerto y el metro de la capital belga.


El soplo de la muerte se extendió, primero, por Aeropuerto Internacional, luego en el metro del centro de la ciudad, cerca de la sede de la Comisión europea. Actuando en Bruselas, los terroristas atacaron Europa.

Lo inevitable, de una dimensión desconocida, se produjo en la Capital de Europa. El ataque coordinado de Bruselas hace temblar Europa y más allá. Provocando ese seísmo, el terrorismo cumple su objetivo, instalar el miedo y recuerda que la bestia, a veces duerme pero no está muerta y al despertar ataca duramente.

Ese drama, permite imaginar el traumatismo de la población en Siria o Irak, donde los peores bombardeos o atentados kamikazes se producen cotidianamente y comprender a esa gente que huye del infierno.

Europa no debe ceder al fatalismo. Los atentados yihadistas no son ineluctables pero no será fácil hacer entrar en razón a esos jóvenes extraviados, enfadados y enfrentados a la sociedad, delincuentes perdidos en el camino de la sociedad de consumo y del bienestar para convencerlos de no dejarse llevar por los senderos del fanatismo religioso, sacrificando su propia vida.

Para salir de la pesadilla del terrorismo islamista, los Estados que componen la UE no tienen más opciones que unirse y colaborar estrechamente para encontrar soluciones a este grave problema y aumentar la seguridad sin reducir libertades individuales.  Lo contrario de lo que hizo el Presidente francés, Fraçois Hollande.


Con la cara pálida y los rasgos tensos, el Presidente francés anunció la retirada de la revisión de la Constitución. Una idea de la derecha que el presidente quiso hacer suya. Consiste en despojar de la nacionalidad francesa a todo aquel que participe en un atentado en suelo francés.


Hollande, escogió el peor camino posible, originando daños colaterales en las filas de su gobierno y su partido con la dimisión de su ministra de Justicia Christiane Taubira, en desacuerdo total con la reforma.

El atentado del 13 de noviembre del año pasado en Paris, desató una ola de unidad y patriotismo en Francia y por querer surfear en la cresta para mejorar su popularidad, el Presidente se estrelló en la orilla y tuvo que tragar la espuma.

Despojar de la nacionalidad francesa a un terrorista para disuadirlo de atentar, es totalmente inútil. La preocupación de un terrorista es amarrarse bien su cinturón de explosivos, no el pasaporte tricolor.

Europa tiene ante sí un importante desafío, proteger a sus ciudadanos del terrorismo. El debate para despojar a los terroristas de la nacionalidad francesa es inútil, estéril y una pérdida de tiempo.



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