El soplo de la muerte se
extendió, primero, por Aeropuerto Internacional, luego en el metro del centro
de la ciudad, cerca de la sede de la Comisión europea. Actuando en Bruselas,
los terroristas atacaron Europa.
Lo inevitable, de una
dimensión desconocida, se produjo en la Capital de Europa. El ataque coordinado
de Bruselas hace temblar Europa y más allá. Provocando ese seísmo, el
terrorismo cumple su objetivo, instalar el miedo y recuerda que la bestia, a
veces duerme pero no está muerta y al despertar ataca duramente.
Ese drama, permite
imaginar el traumatismo de la población en Siria o Irak, donde los peores bombardeos
o atentados kamikazes se producen cotidianamente y comprender a esa gente que
huye del infierno.
Europa no debe ceder al
fatalismo. Los atentados yihadistas no son ineluctables pero no será fácil
hacer entrar en razón a esos jóvenes extraviados, enfadados y enfrentados a la
sociedad, delincuentes perdidos en el camino de la sociedad de consumo y del
bienestar para convencerlos de no dejarse llevar por los senderos del fanatismo
religioso, sacrificando su propia vida.
Para salir de la
pesadilla del terrorismo islamista, los Estados que componen la UE no tienen
más opciones que unirse y colaborar estrechamente para encontrar soluciones a
este grave problema y aumentar la seguridad sin reducir libertades
individuales. Lo
contrario de lo que hizo el Presidente francés, Fraçois Hollande.
Con la cara pálida y los
rasgos tensos, el Presidente francés anunció la retirada de la revisión de la
Constitución. Una idea de la derecha que el presidente quiso hacer suya. Consiste
en despojar de la nacionalidad francesa a todo aquel que participe en un
atentado en suelo francés.
Hollande, escogió el
peor camino posible, originando daños colaterales en las filas de su gobierno y
su partido con la dimisión de su ministra de Justicia Christiane Taubira, en
desacuerdo total con la reforma.
El atentado del 13 de
noviembre del año pasado en Paris, desató una ola de unidad y patriotismo en
Francia y por querer surfear en la cresta para mejorar su popularidad, el
Presidente se estrelló en la orilla y tuvo que tragar la espuma.
Despojar de la
nacionalidad francesa a un terrorista para disuadirlo de atentar, es totalmente
inútil. La preocupación de un terrorista es amarrarse bien su cinturón de
explosivos, no el pasaporte tricolor.
Europa tiene ante sí un
importante desafío, proteger a sus ciudadanos del terrorismo. El debate para
despojar a los terroristas de la nacionalidad francesa es inútil, estéril y una
pérdida de tiempo.
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