Después del choque y la emoción
de los atentados de Paris, el sobresalto. El sobresalto primero de la
población, que desde la tarde del atentado contra Charlie-Hebdo, salía en masa
a las calles de Paris y en España como en toda Europa.
Esta gigantesca movilización ciudadana
demuestra que cada ciudadano comprendió perfectamente que estos crímenes atentaban contra la libertad de prensa, contra la libertad de todos, contra los
valores fundamentales del Estado de derecho democrático que preserva la
exigencia primera de la sociedad: la de vivir juntos en el respeto de las
diferencias.
Ese formidable y reconfortante sobresalto
popular, muestra a esta sociedad occidental que con tanta frecuencia se la acusa,
sobretodo por los fundamentalistas, de su materialismo y su depravación, sigue
siendo una sociedad despierta, vigilante, movida por un profundo ideal
republicano. Una sociedad que sigue en pie frente a los terroristas que
intentan ponerla de rodillas.
Sobresalto, también, de los
dirigentes políticos. El desfile espectacular de unos cincuenta jefes de Estado
en París rodeando a François Hollande, tenía peligro a pesar del importante despliegue de las fuerzas de
seguridad. Este histórico desfile también demostró, de manera excepcional, la
determinación de todos para hacer frente a la amenaza terrorista de nuestra
sociedad.
Ese sobresalto de civilización,
desgraciadamente, deja de piedra a los
yihadistas, encerrados en su deriva obscurantista y su locura destructora. Sería
necesario que ese sobresalto se concretice y que los jefes de Estado sobrepasen
sus divergencias para encontrar respuestas a estos actos barbaros.
Encontrar el justo equilibrio
entre libertad y seguridad reforzada. Prevenir la tentación de la yihad a la
cual ceden jóvenes mal integrados, mal en su piel, dejados sin perspectiva,
presas fáciles de una islamización radical y que buscan, bajo cubierto de
humanitario, unas veces en Siria, en Irak o en Yemen, una compensación mórbida
a su malestar.
También se debe atacar las
raíces del mal. Tenemos que saber que el terrorismo al que estamos
confrontados, tiene su origen en la Tormenta de Oriente Próximo, los conflictos
sirio, iraquí, afgano, la cuestión palestina, Libia o Yemen, una compensación
mórbida a su malestar.
El sobresalto al terrorismo
debe tomar forma en una resolución para encontrar, de una vez por todas, respuestas
políticas a los problemas que lo alimentan.
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