Los científicos dudan, es su forma de ser, lo
llevan en los genes. En las
ciencias, la verdad de hoy no lo es necesariamente mañana. La investigación no
para.
Si los científicos dudan no es de extrañar que lo hagan también los
ciudadanos, cuándo se trata de salir del nuclear. Los científicos están en su
derecho en querer continuar investigando con el átomo.
Se argumenta que la energía nuclear no contamina
la atmosfera, pero existen problemas que los científicos, por el momento, no
pueden resolver.
El problema medioambiental de los residuos nucleares es un problema de
seguridad para la población.
Fukushima demostró que, en un país reputado por la seguridad de sus
centrales nucleares, lo nuclear se puede convertir en una pesadilla.
Dos países de los más avanzados de Europa sacaron las conclusiones que
se imponen: salir del nuclear para no correr el riesgo de convertir sus países
en una tierra inhabitable.
No es solo que los científicos duden. En este momento millones de
personas dudan de ellos, en esto tiene mucho que ver el desastre de Fukushima.
En Chernóbil, se hablo de error humano, que no se habían tomado todas las
precauciones.
En Fukushima, un mito se quemó con los reactores en fusión, el del
control total de los progresos científicos y tecnológicos.Nunca podremos protegernos totalmente contra todo y, frente a la duda que podemos tener ante la seguridad nuclear y sus consecuencias a largo plazo de un accidente, el sentido común nos recomienda renunciar a esta energía.
Lo que deberíamos esperar hoy de los científicos es que pongan su saber al servicio de las energías alternativas a la nuclear y a la reducción del consumo.
Es urgente y deberíamos aprovechar esta oportunidad para conducir a la humanidad por el solo camino que vale la pena: el del desarrollo durable.
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