Veinte y cinco
años después de la caída del muro de Berlín, BaracK Obama y su homólogo cubano
Raúl Castro derrumban otro muro en América central. Un muro virtual que
resistió 52 años, totalmente anacrónico, que solo sirvió para hacer sufrir a
los ciudadanos cubanos.
Los americanos
lo levantaron en tiempos de la guerra fría con la Unión soviética. Washington
quería estrangular el régimen comunista de Fidel Castro, caballo de Troya
soviético a las puertas de los EEUU.
El bloqueo no
consiguió derrocar al régimen cubano y Los hermanos Castro siguen mandando en
la isla, Fidel pasó el relevo a Raúl. Obama se dio cuenta de la jugada y
reaccionó con lucidez aprovechándose de circunstancias favorables.
Las
circunstancias estaban del lado del presidente americano que ya había anunciado
en 2008 que quería terminar con esa guerra fría tropical.
El momento para
pasar de las palabras a los actos fue bien pensado. Por una parte Obama no
puede ser reelegido presidente y puede tomar una decisión audaz que lo hace
entrar en la historia, pero arriesgada, puesto que no puede contar con la
mayoría en el Congreso para levantar el embargo. Por otra parte Cuba, obligada
a comer pan seco después del hundimiento de la Unión soviética, sufre la caída
de los petrodólares de su vecina Venezuela.
Una nueva
crisis sería fatal para los hermanos Castro. Los intereses personales de los
presidentes cubano y americano fueron superiores a las diferencias ideológicas.
Vladimir Putin,
presionado por el desplome del rublo, sigue firme en sus botas y culpa a los
Occidentales de todos los males del mundo. Las sanciones, ineficaces contra
Cuba, si tienen efecto contra Moscú, pero también contra Europa, a la que
impiden dar salida a los productos que abastecían los mercados rusos.
Sin otros
medios para oponerse a los deseos expansionistas de Moscú, las nuevas sanciones
aprobadas por Europa contra Crimea, anexionada por Rusia, son ladrillos
añadidos a ese muro, vestigio de la guerra fría.
De Berlín a
Cuba, la historia demuestra que los muros, siempre terminan cediendo bajo el
peso de las realidades.
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